Qué somos

Un espacio para acercarse al proceso creativo de autores profesionales (pintores, fotógrafos, diseñadores, ilustradores, escritores, músicos, etc) y descubrir con su ayuda las propias posibilidades creativas.
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Por ahora somos un PAPEL en blanco con infinitas posibilidades…

jueves, 30 de mayo de 2013

Texto de SERGIO ARTERO PÉREZ sobre la Intervención de Lisette Pons "Sobre la VIDA y la MUERTE"

Instalación de Lisette Pons "Sobre la VIDA y la MUERTE"
con ARTE PAPEL SEGOVIA


COMENTARIO A “SOBRE LA VIDA Y LA MUERTE” DE LISETTE PONS 
en ARTE PAPEL SEGOVIA

LA DESAPARICIÓN

La ausencia no es el vacío, ni siquiera la no-presencia. La ausencia es el espacio en falta, quizás en requerimiento. La nave de Arte Papel no estaba vacía sino vaciada, el polvo y los restos orgánicos así lo denunciaban; pese a la frialdad aséptica de tanta amplitud de blanco cemento e industrial hierro, quedaban vestigios de una vida que ya no estaba presente, un olvido que se resiste a marchar y es, por lo tanto, recuerdo. Podríamos discutir si el recuerdo es o no es funcional, pero desde luego no es industrial. Pocas cosas hay tan personales e irreproductibles como el recuerdo.

Y de eso iba, a mi modo de ver, el asunto. Lisette nos desnudaba allí su duelo, su pesar intransferible. Lo hace porque sabe que en algún lugar todos somos iguales, pero lo hace con pudor, sabiendo que somos tan distintos que nadie podría acceder con su comprensión lo que allí se expresaba, porque cada ser humano resolverá siempre a su manera incomunicable el tránsito hacia la muerte, ya sea la propia o la de sus seres queridos. Sólo somos iguales ante el tránsito hacia la muerte que nos es ajena. Tal vez por eso decía Susan Sotang que nadie debería recurrir a un nosotros ante el dolor de los demás. La nave no era símbolo esta vez, por connotaciones históricas, de una industrialización de la muerte, sino que funcionaba como contrapunto a esas connotaciones: marco ingente y universal de una muerte concreta, personal y única.

Tal vez por eso las fotografías eran precisamente de pequeño o tímido tamaño, como unos puntos suspensivos en el enorme folio en blanco de la pared. O mejor, recordando esa diminuta escritura que hacen las niñas en sus diarios íntimos como una pueril forma de codificación. Pero en ambos casos, en la artista Lisette y las niñas que escriben diarios (¿y es que hay diferencia?), descodificar consiste sólo en querer ver: hay que acercarse, tiene que ser uno quien acuda a la obra, hay que querer leer. No es ese tipo de obra que salta sobre el espectador, que se impone, sino la que humildemente dice “aquí estoy, ven si quieres, yo soy esto”. Y he aquí la gran diferencia entre Lisette y la niña del diario: no sé si el pudor de la edad produce el arte, pero cuando te acercas ves que Lisette, al contrario que la niña, no ha cesado su codificación y aún “hay que querer leer”. Lisette ha profundizado en el sentimiento concreto y, paradojas del arte, éste se muestra abstracto. Ha conectado con su intimidad y, paradojas de la humanidad, ésta parece universal.

La obra (que ahora me recuerda a las notas de un pentagrama) es una serie de fotografías con un proceso de revelado manual en plata. Etcétera. Lo que veo son agrupaciones mayormente ternarias de cuadros abstractos como mares tormentosos de acuarelas grisáceas, y en cada agrupación hay un cuadro que deja adivinar una figura femenina en la misma posición. Diríase que es una posición de espera o contemplación (¿de la vida? ¿de la muerte? ¿cuál de las dos es la tormenta?). Y, finalmente, la agrupación es binaria. Falta precisamente la figura. Queda en su lugar, tal vez, la luz incontestable de una vidriera que hace esquina en la nave. No sé si la figura dobló esa esquina o se fundió en la luz. Sólo sé que esta exposición no me habla del vacío, ni siquiera de la ausencia (porque la misma exposición trae al “presente” la ausencia), sino de la desaparición. ¿Y qué es “desaparecer”? Desde luego no es ausentarse, sino sólo hacerse invisible. Tal vez por eso aquí sólo verá el espectador que quiera ver: porque se hace visible lo invisible, y eso, claro está, no lo ve cualquiera.


Sergio Artero Pérez. Ldo en Arte Dramático (Interpretación y Dirección de Escena). Director de la compañía de teatro y poesía SALTATIUM TEATRO

Sergio Artero y Lisette Pons

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